En la mitología griega, el jabalí de Erimanto era
una criatura que causaba estragos en todo el contorno y que vivía en Erimanto,
un monte de la Arcadia y la Élide (hoy se llama Olonos)
y nombre, también, de un afluente del Alfeo (hoy Diminiza o Azicolos).
Era un jabalí enorme que se alimentaba de hombres y de tal fuerza que
con sus colmillos era capaz de arrancar árboles de raíz.
En el camino hacia Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su amigo el centauro Folo, quien en memoria de tiempos lejanos compartió con él su comida y su vino. Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos se enfurecieron de tal manera que atacaron a Heracles, quien primero los rechazó y luego con sus flechas envenenadas mató a varios de ellos mientras los demás se retiraban.
Mientras Heracles enterraba a sus víctimas, su amigo Folo
sacó una de las flechas de Heracles y la examinó asombrado de que algo tan
pequeño pudiese dar muerte a criaturas tan formidables, pero con tal torpeza
que la flecha se le cayó hiriéndolo en un pie.
Retomando el trabajo que tenía que finalizar, Heracles
encontró al jabalí y, persiguiéndolo durante varias horas, lo fue acorralando a
una zona cubierta de nieve donde, saltando sobre su lomo, lo ató con cadenas y
se lo llevó a Micenas vivo, cargándolo sobre sus hombros. Cazar a
esta enorme criatura fue el cuarto (tercero en algunas versiones, Pierre
Grimal) trabajo de los doce que Euristeo mandó realizar a Heracles.
Heracles y el Jabalí de Erimanto, por Francisco de
Zurbarán, 1634 (Museo del Prado).
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