La mitología griega nos habla de un bello jardín, un huerto
propiedad de la diosa Hera en un lejano rincón del occidente, quizás en las
montañas de Arcadia, o en la cordillera de Atlas de Marruecos, o bien en una
isla perdida. Este jardín contaba con un árbol de manzanas de oro que, según se
decían, proporcionaban la inmortalidad; este era el Jardín de las Hespérides.
El árbol había sido un regalo de bodas de parte de Gea, la
Tierra, para Hera, quien los plantó y encargó las hespérides, tres ninfas de
Occidente (Hesperetusta, Egle y Eritia), hijas del titán Atlas, que cuidaran de
todo el jardín. Pero el Jardín de las Hespérides se volvió algo muy preciado
por Hera, tanto que no confiabas en las ninfas para protegerlo bien, quienes
además desperdiciaban las manzanas, por lo que envió otra custodia: Ladón, un
dragón de cien cabezas que enroscaba su cola en el tronco y que jamás dormía.

Atlas logró matar a Ladón, el dragón guardián, pero siguió
viviendo en sus hijos, los árboles llamados dragos. Según el mito, la sangre
que brotaba de las heridas de Ladón cayó sobre el jardín y cada gota dio vida a
un dragón. Estos árboles-dragón tienen un grueso tronco del cual surge de
pronto un racimo de ramas retorcidas que recuerdan las cien cabezas de Ladón.
Al regresar con los preciados frutos y no querer volver a su
condena de cargar la cúpula celeste sobre sus hombros, Atlas dijo que él mismo
llevaría las manzanas a Euristeo, pero Heracles le engañó pidiéndole que
sujetase el cielo un momento para que pudiera colocarse su capa sobre los
hombros, a lo que éste accedió. Entonces Heracles tomó las manzanas y se
marchó.
Heracles fue el único que logró robar las manzanas doradas,
aunque no haya sido él mismo quien las recogió. Tiempo después la diosa Atenea
las devolvió al Jardín de las Hespérides
Hércules matando al dragón del jardín de las Hespérides.
Juan Bautista Martínez del Mazo. Copias de Rubens por Mazo. Lienzo. 65 x 155
cm. Museo del Prado.
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